jueves, 20 de diciembre de 2012

 
Esas pequeñas cosas
 
 
 
Querida Nostalgia:
 
Ya sé que tu misión es la que es, ya sé que tú nos torturas sin ninguna intención maligna, que no te regodeas en nuestros sufrimientos por todo lo perdido, que no te solazas en nuestra añoranza de tiempos mejores, que no lo haces por pura maldad… sino que simplemente eres así….
 
No te culpo, pero a veces podrías no tener tan buena memoria, no ser tan perfecta en traernos recuerdos dolorosos con un simple aroma, con una sencilla visión de algo sin importancia, con una inocente melodía… ¡Nos causas tanto dolor!...
 
Sí, querida, porque son esas cosas sencillas, esas a las que en su momento no les dimos importancia, esas que pasaron desapercibidas, las que se aferran a nuestra piel, a nuestros sentidos, a nuestra alma y llenan por entero nuestras vidas… El aroma del pan recién hecho me recuerda la infancia; la dulzura del jazmín me recuerda a mi primer amor; el estribillo de una canción, a mi primer beso; el… ¡Qué más da!, ¡Son tantas pequeñas cosas!...
 
Y ahí están, amontonándose en el desván de nuestra existencia como esos trastos inútiles que no echamos de casa sin saber por qué, pero que de vez en cuando cobran vida propia y nos reavivan el recuerdo y entonces de nuevo se abren las heridas… porque todas ellas son la prueba de que perdimos algo a lo largo de nuestro camino, algo que en un tiempo pretérito fue importante, algo que nos llenó de esperanza, algo por lo que habríamos dado mucho y, sin embargo, se quedó en nada…
 
¡Ay, Nostalgia! Tu inocente crueldad hace que se nos ponga un nudo en la garganta y no podamos gritar, como esa sería nuestra intención, al mundo entero afirmando que somos tontos, inútiles, zafios botarates que no supimos valorar los tesoros que íbamos encontrando… siempre buscando algo más, algo más, algo más…. ¿Qué?...
 
Cuando se enciende la luz, en esos efímeros instantes en los que puedo pensar con claridad, los ojos se me humedecen y la rabia aparece… pero no sirve de nada: nadie recupera el paso del tiempo…
 
A veces, una fotografía puede transportarnos a momentos que ahora consideramos felices; a veces, la cara de una niña por la calle nos recuerda a otra que hicimos la reina de nuestro mundo y que ahora es la dueña de otro corazón… a veces… ¡sí!, a veces nos llega flotando en el viento esas palabras que nunca dijimos y que ahora nos pesan…
 
Pero no creas, Nostalgia, que esta carta es de reproche, no. Tú no tienes la culpa de que no sepamos ser felices, de que nuestro presente esté fabricado a base de renuncias y de que el futuro sea simplemente un sueño que luego la realidad nos irá destrozando piedra a piedra, polvo a polvo… No, no tienes la culpa de nada, pues en el fondo, tú quieres hacernos felices, a tu manera, soñando hacia atrás, jugando a conseguir lo que dimos por perdido, a ser quienes no somos… Porque en la paz y el silencio de esas pequeñas cosas se esconde la felicidad… está agazapada como una fiera que pretende prender sus garras en nuestros recuerdos y, cuando lo hace, vivimos más para el pasado que para el momento y nos volvemos a engañar…
 
Sí querida, sí, la vida es un puro engaño… Yo quisiera haber aprendido a cazar esas pequeñas cosas que contienen el secreto que tanto anhelo, pero no soy capaz: se escurren como peces resbaladizos y el río se las lleva hacia la inmensidad donde sólo pueden ser evocadas, pero nunca conseguidas…
 
Ya termino, querida Nostalgia, no quiero extenderme para no cansarte con mis lamentaciones. Sólo quiero que sepas que, a pesar de todo, te seguiré buscando, seguramente hasta mis últimos días, porque no conozco otra forma de vivir si no es recordando.
 
Tuyo sinceramente.
 
Ancrugon

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