Contar estrellas
En el escenario solamente hay un taburete en la
parte izquierda. El fondo es un telón. Los personajes que aparecen son: un
hombre joven, vestido con un traje de chaqueta usado, sentado en el suelo;
otro, más mayor, con bata blanca de doctor, leyendo unos papeles, sentado en el
taburete; tres personas vestidas de flores, con un maillot verde y grandes
pétalos de colores rodeándoles la cabeza, charlando al fondo, y otras tres, con
botas, capas azules y coronas de cartón, dispersas por allí y sin hablar con
nadie.
DIRECTOR: (Con tono de fastidio). Pasemos a la
siguiente escena… A ver, que vengan los Principitos…
Se
acercan los tres de las capas y coronas y van tomando todos asiento frente al
director.
DIRECTOR: (Mirándolos sorprendido). ¿Qué pasa?... ¿Hemos perdido a dos?...
HÉCTOR: Raúl y Carlos se han ido al baño,
ahora vuelven.
DIRECTOR: ¿Los dos juntos?...
HÉCTOR: Siempre van juntos al baño…
El
le corta con un gesto.
DIRECTOR: Calla, calla, mejor no quiero
saberlo. (Dirigiéndose a todos).
Ahora vamos a repasar la escena del hombre de negocios, ya sabéis, cuando el
Principito llega al cuarto planeta y se encuentra con un hombre muy ocupado que
está haciendo cuentas…
ADRIÁN: Se encuentra con el Contador de
Estrellas.
DIRECTOR: Sí, sí, con un hombre de
negocios que contaba las estrellas porque…
ADRIÁN: No, eso es un error. Ese hombre
no era ningún empresario, era simplemente el Contador de Estrellas… Eso está
mal…
DIRECTOR: Ya, ¿y tú como lo sabes?
ADRIÁN: Porque ese hombre era yo, yo soy
el Contador de Estrellas.
TODOS (Menos el Director): (Con admiración). ¡¿Tú eres el Contador
de Estrellas?!...
DIRECTOR: ¡Vale, vale! Ya sabemos todos
que tú haces el papel del hombre que contaba las estrellas, pero…
ADRIÁN: No, señor director, yo no hago
ese papel, es que ese hombre era yo.
DIRECTOR: Bien, bien… Eso está muy bien…
Hay que meterse en el papel y ser convincentes, pero…
ADRIÁN: Se lo repito, señor director, yo
no estoy interpretando, es que yo soy realmente el Contador de Estrellas.
En
aquel momento llegan los otros dos Principitos cogidos de la mano.
RAÚL: ¿Tú eres el verdadero Contador de
Estrellas?...
CARLOS: Claro, yo ya lo sabía, porque yo
soy el verdadero Principito.
DIRECTOR: (Llevándose las manos a la cabeza). ¡Ay, madre!...
RAÚL: ¡No, no! ¡El verdadero Principito
soy yo!
HÉCTOR: (Levantándose con brusquedad). ¡De eso nada, monada! ¡El verdadero
Principito soy yo!
DIRECTOR: ¡Chicos!...
Se
oye una llanto y todos miran hacia donde está sentada María.
DIRECTOR: ¿Y ahora por qué lloras,
María?...
MARÍA: (Haciendo pucheros sentada en el suelo). ¿Por qué me hacéis
esto?... ¿Por qué?... Todo el mundo sabe que el verdadero Principito soy yo….
Carlos,
Raúl, Héctor y Vicente se encaran a ella y comienzan a gritar todos a la vez.
CARLOS: ¡Mentira!...
RAÚL: ¡Soy yo, soy yo!...
HÉCTOR: ¡Eso es falso, soy yo!...
VICENTE: ¡Yo soy el Principito, yo lo
soy!
El
director se pone en pie con los brazos abiertos.
DIRECTOR: ¡¡¡Baaaasta!!!
Todos
se callan y durante unos segundos sólo se escucha el gimoteo de María. Carla se
acerca a gatas hasta ella y le acaricia.
CARLA: ¡Pobre Principito!... ¿Quieres oler
mis pétalos?...
María
la aparta de un empujón.
MARÍA: ¡Quita! ¡Déjame en paz! ¡Tú no
eres una flor!...
ADRIÁN: Eso es verdad… Ninguno sois lo
que decís, ni vosotros sois el Principito, ni vosotros flores.
RAMÓN: Yo sí que soy una flor.
ADRIÁN: ¡No digas tonterías!... ¡Estáis
todos locos!
DIRECTOR: (Hacia el público). ¡Mira quien habló!
LISA: (Levantándose
y acercándose hacia el borde del escenario y mirando hacia el público).
¿Veis como hay alguien ahí?... (Todos
miran). El director les ha dicho algo, yo lo he visto…
DIRECTOR: ¡Virgen Santa!...¡Volved todos
a vuestros sitios!
El
director vuelve a sentarse. Todos regresan a su lugar, menos Lisa quien se
queda mirando hacia el vacío.
DIRECTOR: Primero, ya está bien con esta
tontería de que hayan cinco Principitos… Desde ahora en adelante, el único
Principito será Carlos.
CARLOS: (Poniéndose en pie muy orgulloso). ¿Lo veis?, porque soy el
verdadero Principito…
Los
otros van a decir algo, pero el director los calla con un gesto.
DIRECTOR: Carlos, siéntate. (Carlos se sienta). Y vosotros, ni una
palabra. A los demás les daré otros papeles en la obra, no podéis tener todos
el mismo.
María
intenta decir algo, pero un gesto autoritario del director le hace desistir y
retorna a gimotear. Carla hace mención de acercarse.
DIRECTOR: ¿Dónde vas, Carla?...
CARLA: María está llorando.
DIRECTOR: María siempre está llorando.
Déjala que disfrute. (Y se vuelve hacia
Adrián). Bien, ahora que ya tenemos un Principito y un hombre de negocios,
vamos a comenzar el ensayo.
ADRIÁN: Pero es que el texto está mal.
DIRECTOR: ¡Me importa un carajo lo que tú
pienses del texto! ¡Lo interpretarás tal y como lo escribió Antoine De
Saint-Exupery! ¿De acuerdo?
ADRIÁN: Me niego.
DIRECTOR: ¿Cómo que te niegas?
ADRIAN: Sí, me niego, porque yo le caía
mal a ese chupatintas de Saint-Exupery y él cambió todo lo que realmente
ocurrió… Lo hizo por venganza…
DIRECTOR: Pero, ¿qué dices?... ¿Cómo ibas
a caerle mal a este hombre si él murió hace un montón de años?...
Adrián
se ríe.
ADRIÁN: Eso es lo se cree todo el mundo,
pero él sigue vivito y coleando… y no me extrañaría nada que viniera el día del
estreno para burlarse de nosotros.
DIRECTOR: (Volviéndose hacia el público). ¡Madre de Dios Bendito!... ¡Pero
por qué me meteré yo en estos berenjenales!...
LISA: ¿Lo veis, lo veis?... Lo ha vuelto
a hacer… Ahí hay alguien… Yo casi los veo…
DIRECTOR: ¡Lisa, por Dios!, ¡vuelve a tu
sitio!
Lisa
sale corriendo y se sienta junto a Carla quien la abraza y empieza a
acariciarla.
DIRECTOR: ¡Carla!, ¿Serías tan amable de
dejar de sobar a todo el mundo?...
Carla
suelta a Lisa y se cruza de brazos enfurruñada.
DIRECTOR: Vemos, Adrián, por favor, ¿te
importaría contarnos esa historia y luego podríamos comenzar con el ensayo?
ADRIÁN: Por supuesto, señor Director.
Se
incorpora y se acerca al centro del escenario mirando al público.
ADRIÁN: Todo comenzó hace muchos, muchos
años…
LISA: ¡Mirad!...¡Él también lo hace!...
¿Veis cómo habla con alguien?...
DIRECTOR: ¡Lisa, sin no te callas, te arranco
lo pétalos!... (Volviéndose a Adrián).
Continúa.
ADRIÁN: Pues como decía, todo comenzó
hace tanto tiempo, que en La Tierra todavía no había llegado el ser humano.
TODOS (Menos el Director): ¡Oooooh!
ADRIÁN: Yo vivía feliz y tranquilo en mi
planeta, el cual es falso que fuera tan diminuto como lo representa
Saint-Exupery. Era enorme, llenos de bosques, lagos, ríos…y todo eso, ya
sabéis, animales y personas… El caso es que yo tenía una gran aspiración en mi
vida…
CARLOS: Ser torero.
HÉCTOR: ¡Tú estás idiota!
CARLOS: ¡El idiota serás tú!
DIRECTOR: ¡Silencio!
ADRIÁN: No, no quería ser torero, ni
futbolista, ni médico, ni aviador… yo quería ser inmortal.
TODOS (Menos el Director): ¡Inmortal!
ADRIÁN: Sí, ya sabéis, vivir eternamente…
Así que busqué y busqué la manera de conseguirlo, pero no la encontraba… ¡Era
desesperante!
CARLA: Eso es verdad, yo siempre que no
encuentro algo…
TODOS: ¡Cállate!
ADRIÁN: Pero un buen día, cuando estaba
desayunando en mi jardín, escuché una voz dulce que me dijo: “Disculpe, señor,
¿sería tan amable de darnos unas rebanaditas de pan?... llevamos varios días
sin comer.” Cuando miré hacía la procedencia de la voz, vi a la criatura más
increíble que jamás había visto.
TODOS: ¿El Principito?...
ADRIÁN: Sí, amigos, El Principito…
MARÍA: ¿Era simpático?...
LISA: ¿Era amable?...
RAMÓN: ¿Era guapo?...
ADRIÁN: Era y es todo eso y mucho más,
pero no venía solo…
RAÚL: Le acompañaba el Rey…
CARLOS: No, no, el farolero…
VICENTE: ¡Qué va! Seguro que era el
geógrafo…
RAMÓN: ¿No era la flor?...
ADRIÁN: Frío, frío, amigos… Era el
aviador, el mismísimo Antoine de Saint-Exupery. Yo les invité a compartir
conmigo el desayuno y ellos me contaron que estaban haciendo un largo viaje.
Eso me intrigó y les pregunté la causa de ese viaje y ellos me respondieron que
era para ser inmortales…
TODOS: ¡Oooooh! ¡Inmortales!
ADRIÁN: Yo también quiero ser inmortal,
les dije, ¿qué debo hacer?... Entonces El Principito me comentó que lo primero
era estar enamorado. Eso me deprimió un poco, pues nunca había sentido nada
especial por alguien, ni nadie nada especial por mí… en fin, pero él se echó a
reír. “Oh, no hace falta que sea por otra persona, aunque también vale, sino
una pasión por algo en general, lo que sea, por algo que no te importe emprender
un largo viaje que durará para siempre…
DIRECTOR: ¿Un viaje?... ¿Cómo Ulises?...
ADRIÁN: Más o menos, señor Director.
Aquella noche no pude dormir pensando cuál era la motivación de mi existencia…
pero daba vueltas y vueltas en la cama y no lograba hallarla, así que decidí
levantarme y salir al fresco de la noche para relajarme un poco, y allí, ante
mí, encontré el espectáculo más maravilloso de la creación del que nunca antes
me había dado cuenta: el cielo, negro como el azabache, era un gigantesco
mosaico de puntos luminosos que pululaban ante mis ojos asombrados…
TODOS: ¡Las estrellas!
ADRIÁN: Las estrellas… ¡Qué ingente
cantidad!, pensé, ¿cuántas habrán?... Y esto es sólo una galaxia, ¡y hay miles
de millones de ellas!... ¡o más!... Así que al día siguiente, nada más
amanecer, salí a buscarles. Los encontré al borde de un río, donde el aviador
miraba el cielo y trazaba rutas sobre el azul, porque ese era su empeño: volar
bajo todos los cielos del universo y coleccionar atardeceres, amaneceres, días
y noches; mientras El Principito hablaba con las flores y les contaba su amor
herido, la angustia de estar tan lejos de aquella otra flor que dejó en su
mundo, pero no podía volver hasta que no aprendiera todos los misterios del
amor.
MARÍA: Entonces, lo inmortal es hacer
algo imposible…
ADRIÁN: Más o menos, querida María.
Porque si empleas tu vida en una pequeña empresa, tu existencia será corta,
pero si eres capaz de crear obras eternas, serás inmortal…
RAMÓN: Entonces decidiste contar estrellas…
ADRIÁN: Sí, Ramón, esa es mi gran
empresa, contar estrellas.
LISA: Pero, será muy aburrido, ¿no?...
ADRIÁN: ¡Qué va!... Cada estrella tiene
su historia y ellas me las cuentan y yo las memorizo para recordarlas cuando ya
no existan. Y de pronto nacen nuevas y tengo que volver atrás para darles un
número y conocerlas…
DIRECTOR: ¿Y para qué sirve eso?
ADRIÁN: Para ser inmortal, señor
Director, para ser inmortal. Contar estrellas es una impresa imposible,
ingente, monumental. ¿Quién duda de que aquel que la lleve a cabo no se merece
vivir eternamente?...
DIRECTOR: Tienes razón, Adrián, tienes
toda la razón. Ha sido una bonita historia, pero se nos ha hecho tarde. Bueno,
chicos, creo que ya está bien por hoy.
Todos
se incorporan lentamente dispuestos a marcharse.
DIRECTOR: Un momento. Adrián, ¿por qué
dijiste antes que Saint-Exupery te tiene manía?
ADRIÁN: ¡Oh, está muy claro! Cuando los
conocí, ellos venían de un largo viaje juntos, de planeta en planeta, de cielo
en cielo, siempre en su viejo avión. Pero cuando decidí emprender mi periplo
por el universo, El Principito decidió acompañarme a mí, porque quería conocer
también las estrellas y el viejo avión de Antoine no podía acercarse a ellas.
Así que nosotros cogimos un camino y él otro…
DIRECTOR: ¿Quieres decir que El
Principito está contigo aquí en estos momentos, dentro del psiquiátrico?
ADRIÁN: ¡Oh, sí, claro! ¿Queréis
conocerlo?
TODOS: ¡Siiiiií!
ADRIAN: (Volviéndose hacia el público). Mon Petit Prince, vous êtes là?
Entonces
una voz desde el patio del público responde.
PRINCIPITO:
Oui, mon cher ami.
ADRIÁN: ¿Seríais tan
amable de subir hasta el escenario para conocer a estos amigos?
PRINCIPITO: Je suis enchanté.
Y se escuchan unos pasos decididos acercándose por
la platea.
LISA: ¿Qué os dije? ¿Qué
os dije?... Ahí había alguien…
Pero cuando El Principito va a llegar, todas las
luces se apagan.
TODOS: ¡Ooooh!
DIRECTOR: ¡Esto es de
locos!
FIN
Cuando vuelve la luz,
todos saludan al público, pero cuando se marchan del escenario Lisa va diciendo
a gritos y señalando al público: “¿Qué, tenía razón o no?... ¡Mirad si había
gente, mirad!”
Ancrugon